Piratas: una vida en busca de tesoros.

Cuando hablamos de piratas, a todos nos invaden pensamientos e ideas que tenemos preconcebidas, sobre todo de películas que hemos visto. Sabemos, en realidad, que los piratas eran criminales del mar, que se dedicaban a robar, a saquear otros barcos, capturar a sus tripulantes para pedir rescates e incluso, hacerse con los mismos barcos que saqueaban. Es decir, eran en verdad ladrones y atracadores; delincuentes de los que lo único que te quedaba era rezar si te cruzabas con ellos.

Sin embargo, y aunque sabemos que verídicamente esto es así, no podemos dejar de tener una especie de fascinación hacia la vida del pirata, hacia las aventuras que imaginamos que experimentaban y que nos ha contado el cine, las novelas y la televisión. Estos medios nos han presentado en muchas ocasiones con un toque de humor, a personajes muy variopintos, a los que enseguida hemos cogido cariño por sus locuras, sus aventuras y sus torpezas. Imaginemos por ejemplo lo malvado pero tiernamente torpe que era el Capitán Garfio de Peter Pan o lo divertido y perspicazmente astuto que era el Capitan Jack Sparrow en Piratas del Caribe.

Como vemos, hemos tergiversado un poco la realidad, aunque ese personaje egoísta, amigo del ron, poco aseado, aprovechado y maléfico en busca de cofres llenos de grandes tesoros escondidos de joyas de oro y piedras preciosas, sigue estando intacto en nuestros pensamientos. No sabemos con exactitud si estaban repletos de tesoros como nos imaginamos, pero lo que sí sabemos es que los buscaban desesperada y ciegamente.

Si nos referimos a cofres de tesoros, también podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿existieron como tal? Pues sí. Los cofres eran muy comunes en la Edad Media y servían para guardar joyas de oro y piedras preciosas o para contener lujosas reliquias. En muchas ocasiones, estas riquezas eran transportadas por medio de barcos que pertenecían a la Corona de diferentes países, duques, gobernadores, etc. Por ejemplo, durante los siglos XVI y XVIII, galones españoles cargaban oro y plata americanas y surcaban el Atlántico, excitando la codicia de ladrones de cofres. De ahí, que los piratas no desperdiciasen cada una de las oportunidades que tenían de hacerse con los tesoros, saqueando por completo los barcos y matando o capturando a sus tripulantes.

En aquella época, los piratas eran temidos y odiados por igual. Uno de los más conocidos, que seguro que su nombre resulta familiar, fue el pirata Barbanegra. Dejó tal impacto en la imaginación popular, que su época fue conocida como la Edad de Oro de la Piratería. Los que le vieron luchar decían que se parecía al diablo por su mirada asesina y su táctica, que consistía en perseguir barcos mercantes y encaminarlos a canales de navegación peligrosa, pero que él conocía a la perfección, para abordarlos y apoderarse de todo el oro y objetos de valor que poseían.

También sabemos que hoy, muchas de esas fortunas duermen en las profundidades de los océanos debido a luchas contra barcos piratas o debido a tormentas violentas o huracanes imposibles. Por ejemplo, el tesoro del fondo del lago Guatavita, el cargamento perdido del Nuestra Señora de Atocha o el tesoro de Lima. Miles de embarcaciones han sido tragados por el mar a lo largo de los tiempos, repletos de riquezas que siguen siendo un increíble reclamo para los cazatesoros, los cuales buscan el oro pirata, la plata extraviada, joyas antiguas o tesoros arqueológicos. Riquezas sin precedentes y de un alto valor, que aún continúan enterradas en el fondo de algún galeón, perdido en el tiempo…

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